LurdesEn 1882 el ingeniero de montes Severo de Aguirre-Miramón publicó el libro Fabricación de la sidra en las provincias vascongadas y su mejoramiento en su afán por contribuir a la modernización del cultivo de la manzana y la elaboración de sidra.

La obra constituyó todo un referente en sus época y fue reeditada en 1914 por el Consejo Provincial de Fomento de Gipuzkoa por el gran interés y actualidad que seguía teniendo. Pues bien, el libro dedicaba uno de sus capítulos al estudio de las causas de la extinción de las variedades del manzano y a su reproducción, aportando datos muy curiosos y relevantes.

La cuestión y las dudas sobre el origen de la extinción de las variedades de manzano habían ocupado la atención de los arboricultores en todas las  épocas, siendo diferentes las teorías existentes. Aguirre-Miramón, hace una sucinta descripción de las tesis de los autores más competentes en esta materia pero, también, de los hechos observados en Euskal Herria a este respecto, siendo esto, precisamente, su aportación más interesante.

Comienza afirmado que el fenómeno de la desaparición de las variedades de manzano en Euskal Herria no se concretaba a una localidad determinada y siendo cultivado desde tiempos remotos, los existentes habían debido sufrir algunas alteraciones.

Tenía certeza de la desaparición de las manzanas conocidas como “Zaldun-sagarra”, “Azeri-sagarra” y “Churriategui-sagarra” con las que sus predecesores elaboraban sidra; y de las de mesa o cuchillo denominadas “Burni-sagarra”, “Gorrichaga”, “San Ignacio” y “Panpandoja-gorria”, entre otras. Los baserritarras explicaban la caducidad de las dos primeras por su poca utilidad y su sustitución por otras de mejores características, razones éstas que Aguirre-Miramón consideraban sin fundamento alguno porque con arreglo a este criterio debían ser rechazadas la “Orcolagasagarra”, “Martíndeguisagarra” y la “Azrízaga-sagarra” y continuaban empleándose en la fabricación de la sidra.

Por otra parte, había constancia de que los manzanos de las variedades “Andoain-sagarra”, “Gueza-miñasagarra” y otras antiguas existentes en el momento de la redacción de este libro, con anterioridad eran más fuertes, robustos y vigorosos. Estos y otros síntomas probaban que la evolución de los manzanos en Euskal Herria seguía
el mismo proceso y marcha que en países como Francia, Inglaterra o Bélgica; es decir, que comenzaban asomar indicios de su envejecimiento y que en un periodo de tiempo, más o menos largo, estaban destinados a su extinción.

No obstante, era imposible determinar un periodo fijo para la duración de los diferentes tipos de manzano, pese a las minuciosas investigaciones realizadas a este respecto. Se creía que el límite de tiempo extremo en el que una clase de manzano podía sostenerse en pie antes de su extinción definitiva era de cuatro a cinco siglos, aunque una variedad de manzano podía pervivir como máximo de cuatro a cinco siglos. Sin embargo, este plazo no era aplicable a todos los árboles habida cuenta que los más débiles y menos vigorosos envejecían con mayor rapidez.

Ante esta realidad, Aguirre-Miramón abogaba por reproducir y expandir manzanos que dieran frutos con los que se pudiera producir una sidra de buen gusto y de fácil conservación. Defendía que había que buscar diligentemente variedades nuevas que tuvieran los elementos de una sidra de buena calidad tanto, para la plantación del pie madre como para los injertos que se hicieran para el enriquecimiento de los manzanales, habiéndose obtenido por este procedimiento la “Merquelínsagarra”, “Barcaiztegui-sagarra”, “Billindegui-sagarra” y “Aramburusagarra”.

En Donostia, Hernani y en la parte baja de Gipuzkoa había la costumbre de utilizar la semilla del manzano basati para la reproducción del manzano; en Zizurkil, Astesu y otras comarcas guipuzcoanas en cambio, se recurría a las pepitas de las manzanas para sidra localizadas entre los desperdicios de la patsa del lagar, siendo éste el origen de la “Lezozagarra” o “Pats-zulo”.

Los resultados obtenidos por uno u otro sistema eran muy similares. Sin embargo, Aguire-Miramón defendía que únicamente había que reproducir los manzanos buenos. Sostenía que “el arboricultor que elegía entre un millar de ejemplares 10 ó 12 frutos de primer orden para multiplicarlos por el injerto, habrá hecho por la agricultura de nuestra localidad y por consiguiente de nuestros pueblos, que el que haya llenado los manzanales con multitud de frutos que dan una bebida abundante sí, pero de calidad dudosa”. En otras palabras, promovía la utilización de pepitas perfectamente desarrolladas y recolectadas de las mejores variedades por ser el procedimiento más fácil y eficaz conocido hasta aquélla fecha.

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Artículo: Lourdes Odriozola (Historiadora de Sagardoetxea).
Fuente: Boletín 40 de Sagardoaren Lurraldea
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