Un nuevo proyecto de investigación y la información catalogada en el Fondo de Documentación de Sagardoetxea, posibilitan la creación de la exposición “Emakume ekintzaileak sagardogintzan” que relata la vida de cuatro mujeres vinculadas a la sidra que vivieron entre los siglos XVI y XVIII. La investigadora Lourdes Odriozola ha analizado sentencias y documentos legales, y gracias a la información obtenida, la exposición describe la sociedad de la época y la situación de la sidra, información que ha sido completada con ilustraciones de Jokin Mitxelena.

Valientes, listas, de las que no se amedrentan ante las injusticias. Así eran María Labayen, María de Echevarría, Ana de Beroiz y Fagola, y María Josefa de Orobio. Además, fueron emprendedoras y la sidra fue la base de su oficio o negocio. Precisamente, ése es el único vínculo entre estas mujeres. Pero son sólo cuatro ejemplos, ya que muchas mujeres trabajaron en la venta o producción de manzana y sidra. También en su transporte, ya que eran las bateleras quienes solían llevar a las personas y las mercancías, entre otras, la sidra, de un lado a otro del Puerto de Pasaia.

Y es que en contra de lo que se suele pensar, en aquella época las mujeres también trabajaban. «Los hombres se iban a Terranova, a América, o a Venezuela al comercio del cacao, o trabajaban en los astilleros y las ferrerías durante el invierno. Las mujeres se quedaban en casa y los caseríos seguían adelante. Trabajaban, pero como gestor o administrador figuraba un hombre. Por tanto, si no había algún problema, es muy difícil seguir su rastro», explica Odriozola.

El hilo del que ha tirado para investigar son los pleitos y las sentencias. En los testimonios que recogen se dan muchos detalles sobre la moralidad de la época, las costumbres sociales…. De este modo, además de dar a conocer a estas cuatro mujeres, su historia sirve como pretexto para explicar desde distintas perspectivas cómo era la época en la que vivían, así como analizar el patrimonio ligado a la sidra. Para completar la exposición, se hace referencia a las mujeres que hoy en día trabajan en el ámbito de la sidra.

Para completar la información obtenida en los Archivos, el ilustrador Jokin Mitxelena ha dibujado a estas cuatro mujeres basándose en los datos recabados y en las vestimentas de cada época asesorados por Ane Albisu, dando vida a estas mujeres que hasta el momento eran desconocidas. Además, se han recopilado y proyectado los testimonios de 28 mujeres que relatan sus vivencias en torno a la cultura de la sidra recopilados por el proyecto Ahotsak para dar a conocer la relación de la mujer con la sidra en el último siglo.

Dentro de la campaña “Sagardogiroan”, la exposición “Emakume ekintzaileak sagardogintzan” (“Mujeres emprendedoras en el mundo de la sidra”) pudo visitarse en el puente de diciembre en el Sagardo Apurua (Donostia), y en los próximos meses, llegará a Bilbo, Gasteiz, Ordizia, Ezkio y Sagardoetxea (Astigarraga), donde se mostrará en el contexto del Día Internacional de la Mujer.

 

María de Labayen
La lezotarra María de Labayen se dedicó al comercio de la sidra de su cosecha en el siglo XVI. Se casó con el capitán Miguel de Arrieta y al enviudar, pasó años difíciles por la falta de dinero. Conocía bien el mundo naval, por lo que formó parte de una sociedad y para pagar su parte utilizó la sidra como dinero. Cuando el barco se estaba avituallando para partir a Terranova, las autoridades de Donostia confiscaron su sidra, argumentando que sólo se podía embarcar la quese producía en el territorio de su jurisdicción. Al haber una ley guipuzcoana (losFueros) que la protegía, denunció al Ayuntamiento y ganó.

 

Ana de Beroiz y Fagola
Ana de Beroiz y Fagola fue una mujer donostiarra de mediados del siglo XVII. Recibió en herencia una casa hipotecada y al casarse con Miguel de Maiz, su marido pasó a ser el administrador de todos sus bienes. Él la maltrataba, por lo que se atrevió a abandonar la vivienda familiar. Sin embargo, su marido le denunció para obligarla a regresar. No se amedrentó, sino que buscó a un abogado para pedir el divorcio, y mientras se dilucidaba el pleito, sacó dos toneles de sidra para venderlos. Su marido volvió a denunciarla y el Corregidor de Gipuzkoa obligó a Beroiz y Fagola a darle la mitad del dinero ganado. Aunque tenía todo en contra, logró el divorcio, pero su marido volvió a denunciarla nuevamente por vender una nueva remesa de sidra. El Corregidor les obligó a compartir el caserío y las rentas producidas en él hasta la muerte de su esposo.

 

María de Echeverría
La donostiarra María de Echeverría trabajó en la comercialización de la sidra a principios del siglo XVII para poder pagar las deudas que le dejó su marido. La vendía en la casa familiar de la actual calle Fermín Calbetón, sidra en los intramuros de Donostia. En 1637, hubo un gran incendio en esa calle y como no había agua suficiente para apagarlo, utilizaron sidra. De Echeverría empleó 56 cargas de su bodega, pero el ayuntamiento no se las quiso pagar. Denunció al Consistorio ante el Corregidor de Gipuzkoa, que le dio la razón, pero el ayuntamiento sólo le pago una parte, por lo que, por lo que puso una nueva reclamación.

 

María Josefa de Orobio
Dueña del caserío Etxeberria de Errenteria, tenía un alto status y gestionaba su patrimonio desde Pasai Donibane. Debida a la alarmante situación de los manzanos a medidados del siglo XVIII, implantaron un sistema de tandas y el ayuntamiento de Errenteria prohibió en 1747 sacar sidra y manzanas de su territorio, así como su transporte en batel. Sin embargo, la decisión no hacía referencia a la zizarra -bebida elaborada con las manzanas no maduras caídas al inicio de la cosecha-. Ese año, De Orobio dio la orden de trasladar tres cargas de zizarra desde Etxeberria hasta Pasaia, pero cuando iban a cargarlas en un batel, las confiscaron y encarcelaron a su trabajador.

—-
Ilustraciones: Jokin Mitxelena
Texto: Maitane Aldanondo
Fuente: Sagardoaren Lurraldea – Urtekaria 2018