Sagardoaren lurraldea

Apertura de las Kupelas como en 1795

Descripción

Autoridades y sidreros no se ponían de acuerdo ayer en el precio de la sidra en Arizkun. Los primeros se basaban en las Ordenanzas por los que se rige el Valle de Baztan; los segundos proponían una liberalización del mercado y para ello incluso iban a reclamarlo a las Cortes de Navarra.

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Ficha

  • Autor: Alicia del Castillo
  • Fuente: El Diario Vasco
  • Fecha: 2018-03-18
  • Clasificación: 5.8. Otros
  • Tipo documento: Prensa
  • Fondo: Sagardoetxea Fondoa
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  • Código: NA-007809

Texto completo

Una guerra de derechos e intereses que sucedía en el año 1975 y que ayer, miembros de Jo ala jo Kultur Taldea repesentaron en la Plaza y después en la bodega de la Casa Gamioxarrea, junto al antiguo lagar donde meses antes elaboraron la sidra tras machacar durante horas las manzanas y pasarlas por la antigua prensa.

Las manzanas y la sidra tuvieron una importancia enorme en otros tiempos en el Valle de Baztan. El final del siglo XVIII fue difícil, porque esta zona de Navarra sufrió de forma dura la guerra de la Convención francesa, con casas y tierras calcinadas, como recordaban ayer en la representación. Y mientras algunos optaban por huir, otros intentaban continuar con sus vidas, con la elaboración de sidra y con su venta, regulada por las Ordenanzas.

Las campanas anunciaban en Arizkun que era un día especial y poco después un bando anunciaba la jornada de apertura de kupelas: la sidra ya estaba a punto. Tras recorrer las calles, la comitiva recibía al Alcalde del Valle. No faltaba el alcalde jurado ni representantes de la Justicia. En la Plaza, tras la interpretación de una sagardantza, comenzaban las conversaciones. Los representantes locales acusaban a los productores de estar intentando cambiar las cosas, que según ellos, debían seguir igual. Los sidreros, descontentos con los precios, querían que fuera el propio mercado el que los regulara. Entre la comitiva, los vecinos con lagar, que esperaban que se celebrase el sorteo, para ver cuándo se habrían sus respectivas kupelas. No faltaron representaciones de las costumbres de otros tiempos, como una mujer que llevaba a un bebé en uno de sus brazos, mientras que con el otro sujetaba una teja sobre su cabeza. Era lo que ocurría con las mujeres que acababan de dar a luz: durante la cuarentena si abandonaban sus casas, debían hacerlo de esa guisa. La teja, como símbolo de que la casa protectora seguía sobre ellas. La jornada continuó con el ritmo de la kirikoketa, el instrumento nacido de las mazas que golpeaban las manzanas, pero en este caso, contra tablones. Y después todos se trasladaron a Gamioxarrea, para acordar el precio final de la sidra de este año. Lo público y lo privado, con diferentes pareceres, también hace tres siglos.