Restaurante Kako (Astigarraga). Bien de salsas, y un poco de rentas
Descripción
Astigarraga / Restaurente Kako / gastronomía / crítica gastonómica
Ficha
- Fuente: loquecomadonmanuel.com
- Fecha: 2013-05-28
- Clasificación: 6.7. Pueblos
- Tipo documento: Prensa
- Fondo: Sagardoetxea fondoa »
- Código: NA-003547
Texto completo
Tenía muchas ganas de ir a Kako, un restaurante inaugurado en 1968 que en su web se anuncia como exponente de la “cocina tradicional vasca de la más alta calidad”, y presume de “excelente servicio” y “atención personalizada”. Tantas ganas tenía, que cuando crucé por fin su umbral prescindí del menú del día, que esa jornada ofrecía por 25 euros dos platos a escoger entre garbanzos con hongos; sopa de pescado; ensalada mixtos; pudin de setas (hasta aquí, primeros); merluza rebozada; anchoas; tortilla de bacalao; y entrecot (estos cuatro últimos, a modo de segundos). No vaya a equivocarme y termine comiendo ensalada mixta y tortilla por más de 4.000 pesetas, pensé. Que me conozco. Por tanto, preferí sacrificar postre, crianza y café y, dado lo elevado del precio (algo habitual en Donostialdea), componerme una comanda a la carta por un coste similar. Así, aposté por pimientos rellenos de txipiron en su tinta (9€), a modo de arranque, y seguí con carrilleras de rape en salsa verde (13,5€). Todo regado con una botella de sidra Mina, del mismo Astigarraga, bien fresquita y ligera, nada pasada de amargor. Pero no nos anticipemos. Al llegar, un camarero de aire nada ceremonioso, más bien acelerado y de atención poco personalizada, me indicó que podía sentarme en una mesa cercana. Me atrevo a decir que el comedor, dividido en tres áreas y con paredes de piedra, resulta acogedor. Y lo afirmo pese a que yo me acomodé junto a un botellero, bajo un perchero y resguardado por la barricada que formaban dos barricas, sobre las que se depositaban paños y libro de reservas), y varias cubiteras (hasta 14 conté). Desde allí divisaba el montacargas y escuchaba los juramentos y chascarrillos de los camareros. Comentarios técnicos: “A ese flan le falta una bola de helado de queso”. Y juicios de valor: “Por muy bien que des de comer, si el servicio es tan pésimo como el que tenemos…”. La luz era tenue, lo que dificultaba la labor del reportero gráfico que hay en mi (se apreciará en las imágenes que ilustran esta entrada), pero no me impidió ver perfectamente el boquerón que me sirvieron a modo de aperitivo. Rico, con el punto de vinagre justo para alegrar, sin avasallar. Dos filetes gruesos y tiernos, con grasa apropiada para untar. Aquí me las prometía felices. Llegaron tres pimientos rellenos, precedidos por aromas de nata. Ahí mandaba ésta, en detrimento del txipiron. Donde Juan Mari Arzak (http://www.arzak.info/index.html) y otros incorporan miga de pan remojada en leche, parece que aquí se recurre al chorretón de nata. Parece, insisto. La preparación me resultó monótona, encontré algún resto de piel braseada y también pepitas. Después de untar el plato, me encontraba bastante escéptico. Con el buen recuerdo del boquerón, el fresquito de la sidra y el cierto empalague del baño de los pimientos. Pronto me percaté de que no cambian los cubiertos entre plato y plato, pues terminé cortando el pescado con un cuchillo de carne manchado de tinta del jibion, de la jibia buena. Me procuraron cuatro trozos de rape (buena cantidad) sobre dos ruedas de patata panadera, salpicados por guisantes y perejil de la salsa verde. ¿Prometedor? Un plato sin alma. Sin chispa. Sin sal. Sin gracia. Recapitulando: dos elecciones algo sosas, demasiado untuosas y sumergidas en salsas que tapaban los atributos de los respectivos ingredientes principales. Ahora viene cuando la peinan… No había calculado mal el desembolso a realizar, pues con los 4 euros de la sidra la cuenta ascendía a 26,50€ (casi la clavo, oigan), pero resulta que había que sumar el IVA, algo que la carta no especificaba. Feo detalle. Irregular, seguro. Ilegal, probablemente. Mal, en cualquier caso. Así, la broma se fue a 29,15€, tres pimientos, cuatro retales de sapo, dos ruedas de patata, sendos baldes de salsa y cinco culines de sidra. Juzguen ustedes. A mí, me parece caro. Me hubiera quedado a gusto de haber pagado la mitad. Va a tener razón el lugareño que me dijo que el Kako vive un tanto de las rentas…