Sagardoaren lurraldea

"Sidrerías de San Sebastián"

Descripción

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Ficha

  • Autor: Adolfo Morales de los Ríos
  • Fuente: Revista Euskal-Erria
  • Fecha: 1888-01-01
  • Clasificación: 2.0. Sidrería
  • Tipo documento: Revistas
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
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  • Código: NA-002950

Texto completo

Ha empezado la sidra nueva. Las largas pipas cilíndricas, montadas sobre las carretillas caseras, circulan por las calles de San Sebastian repartiendo su cargamento; por doquier existe una sidrería. Los caseros precediendo su yunta hablan y fantasean solos, repitiendo (sin haberla quizás leido jamás) la fábula de la Lechera, mientras que sus callosas manos aprietan en la faja los chanpones que les han valido las cargas que quedan durmiendo allá en los profundos de las cubas urbanas. Y por cierto que dicen las malas lenguas de esos baserris que este año la sidra será escasa. Pero ¡cuándo no se quejan los baserris! Añaden, sí, que será de excelente calidad, y esto ya es más grave, porque buena y escasa ha de traducirse por cara y muy cara! ¡Qué precios van á ver los sagarduos por esas cartelas y muestras en las puertas de las sagardotegis! ¡Qué adversos son los dias de este mundo! ¡En fin, preciso será consolarse! ¿Quién no conoce las sidrerías? Yo, por mi parte, no he dejado de visitar centro tan típico de este país allá por los años en que vine á residir en él, y hoy quiero apuntar los recuerdos é impresiones que conservo de mi visita. El lector que no conozca y quiera darse una completa idea de lo que son este género de lugares, encontrará imágenes muy parecidas consultando la coleccion de cuadros de Feniers que encuentre más á mano. Todo es semejante; incluso cierto detalle único que viene á ser como la firma del inmortal pintor flamenco. Los que en Bruselas han tenido la curiosidad de visitar las tabernas subterráneas donde se bebe el Faro, los que en Alemania y Suiza hayan paladeado el Rhin más ó ménos auténtico que se sirve en algunos Ratz-Kelle podrán darse cuenta aproximada de las guipuzcoanas sagardotegis, sin que pretendamos por ejemplo compararlas por lo demás con Ratz-Keller como el lujosísimo proyectado en Hall endel- Saal. Las sagardotegis ocupan en San Sebastian el sótano de alguna casa. Hasta hace pocos años, las sidrerías no habian invadido la parte nueva de la poblacion, y se mantenian en la parte vieja de ella, lugar típico y genuino de esta clase de donostiarras establecimientos. De su situacion con respecto á los demás pisos de la casa en que están instaladas las sidrerías, se origina la terminacion eneko bia que acompaña al nombre propio de cada local. Así tenemos, por ejemplo, Soroa eneko bia, es decir, los bajos de la casa de Soroa. No hay que añadir si el lugar es por lo general oscuro y fresco. Escasa claridad filtrándose al través de las rejas de un tragaluz situado al nivel de la acera de la calle ilumina de dia el sótano de la sidrería. De noche el alumbrado primitivo del lugar lo componen ya un antiquísimo candil suspendido de negruzca viga, ya un humeante quinqué de petróleo con reflector metálico colgado por una escarpia en los pilares de la bodega. En la penumbra, las grandes cubas del licor toman un aspecto fantástico y Pantagruélico. En toda ocasion se advierte y adivina la vecindad del seno ó lugar destinado á sidrería merced al tufillo apetitoso que despide sobre las doradas ascuas la sardiñ-zarra escitadora de las fauces y embaucadora de tragos. Una tortuosa, negra, y pendiente escalera de madera da acceso desde la calle al fondo de la bodega, cuyo ámbito se abarca fácilmente de una sola mirada. Componen el mobiliario, á más de las múltiples, enormes y alineadas cubas llenas de sidra, varios escaños de madera relucientes por el uso, algunos bancos de mayor tamaño, una silla baja de madera y mimbre para la echeko-andre, vasos de cristal, las medidas de metal y el embudo de hoja de lata nadando en un barreño, y en otro barreño con brasas sobre un monton de cenizas la parrilla de asar pescados. En un rincon, bajo un lienzo húmedo y no siempre léjos de las uñas de algun gatazo de la vecindad, duermen entre terrones de sal, limpios y aderezados para la parrilla, con la sardiñ-zarra la caballa y con el arenque el bonito. La sidrería está abierta mientras hay sidra en las pipas. Una vez vacías... ¡hasta que se vuelvan á llenar! No hay por lo demás necesidad de avisarlo; sin anuncio y sin pregon los aficionados acuden sin retraso donde se empieza cualquier cuba. ¿Quién no conoce el espectáculo que entónces presenta la sidrería? Hay sagardotegis dentro y fuera del casco de la ciudad. Las hay tambien históricas, y algunas hubo cuyos nombres son apénas conocidos de esta generacion, como Antzizuenea, Vaca (junto al toril), Amaikabiatzenea (de once dedos), Simon-diru-enea, Choena, Beltzaenea ó Gaztañaga-enea, Patrikera-aundi, Botika-eneko-bia, etc., etc. No hace muchos años las más conocidas eran: Ogeitabat-kupeleta (Pescadería). Soroa-eneko-bia. Gatztoki (junto á la subida del Castillo). Barbara-enea (calle del Angel). Heriz-eneko-bia (frente al muelle). Korreo-bia (calle Juan de Bilbao). Kañoyetan (frente al parque de artillería). Atocha-enea (Plaza de las Escuelas). Monja-takua (calle del Angel). Ama-Birjiña-pia (calle Embeltran). Goenaga-enea (calle Mayor). Gurruchaga-enea (calle 31 de Agosto), etc., etc. De algun tiempo á esta parte empieza á haberlas muy concurridas del lado acá del Boulevard. El público que acude á las sidrerías es muy variado, y más de un grave josemaritarra se ha solido escarriar por estos lugares.... en busca del dorado zumo de la manzana. En su mayoría, el público que frecuenta alegremente las sagardotegi, se compone de empleados de comercio, artesanos, marineros ó pescadores. De las sidrerías han salido muchas de las canciones populares con que este país se distingue. Por ejemplo: las célebres y casi desaparecidas arranzalias. Aun viven en la memoria Coco, Aroca, Cachuela, los célebres jocosos é históricos pescadores que en los malos tiempos solian elegir domicilio en las sidrerías, en las que el que ménos solia absorber cien vasos de una sentada.... Eskiña no era hace algunos años sino una sombra de lo que fueron aquellos. El célebre Vilinch, el vate donostiarra, gustaba en sus mocedades de correr las sidrerías. Cierto dia, la persona que me refiere el caso, al pasar por la calle de Pescadería oyó por entre las rejas de Soroa-eneko-bia una voz conocida que cantaba el precioso Domingo Campaña; era Vilinch. Acertó á pasar por allí su amigo Ugartemendia, y como le oyera concluir la cancion, le cantó á su vez: Indaleziok Dagon tokiyan Arratoi-zarra Diruri... A lo que le contesta seguidamente el de abajo: Arra toi-zarra Eroriko dek Tranpan jarri zak Urdaya.... Estas improvisaciones eran constantes. Era costumbre, cuando el pueblo ceñia murallas, reunirse en dos bandos sastres y y zapateros á la hora del toque de queda y recorrer cantando la ciudad. (Buena manera de guardar la queda). En cuanto ambas partidas se encontraban entablábase entre ellas duelo cortés de chanzonetas y pullas, cantadas y versificadas por uno de los de la banda. Las voces de los bajos de la ronda acompañaban y coreaban en sordina al canto del improvisador ó bersolari. Muchas de estas canciones subsisten y es lástima que no se recojan oportunamente porque las hay lindísimas.1 Entre sastres y zapateros mezclábase más de un músico. De este modo adquirieron celebridad Aldasoro, Alcallaga y últimamente Sastria, aquel brillante oficial de miqueletes, desgraciadamente muerto durante la última guerra civil. (1) Las creemos más propias para oídas que para escritas. (N. de la R. de la EUSKAL-ERRIA.) Hoy la sidrería, como el tamboril, el fronton de pelota y tantas otras cosas de este país va modificando su existencia, hasta que concluya por desaparecer en medio de la insípida igualdad y monotonía á que todos los pueblos van amoldándose. ADOLFO MORALES DE LOS RIOS. (De El Eco de San Sebastian.)