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Mujeres en el mundo sidrero: María Echeverría (2/4)

Descripción

Lourdes Odriozola, Doctora en Historia María Echeverría es la segunda de las mujeres dedicadas al negocio de la sidra cuya vida vamos a repasar en esta serie de cuatro artículos. Su historia transcurrió en una época y contextos totalmente diferentes a los de María Labayen.

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Ficha

  • Autor: Lourdes Odriozola
  • Fuente: Elkano Fundazioa
  • Fecha: 2021-03-08
  • Clasificación: 2.1. Sidra
  • Tipo documento: Blogs
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
  • »
  • Código: NA-012843

Texto completo

María Echeverría es la segunda de las mujeres dedicadas al negocio de la sidra cuya vida vamos a repasar en esta serie de cuatro artículos. Su historia transcurrió en una época y contextos totalmente diferentes a los de María Labayen. Sin embargo, al igual que hiciera la vecina de Lezo, reclamó sus derechos ante la justicia, que también de dio la razón.

María era una donostiarra que en las primeras décadas del siglo XVII se dedicó a la venta de la sidra para pagar las cuantiosas deudas que le había dejado su marido Antonio Oquendo. Viuda y madre de cinco hijos, estableció su negocio en la bodega del domicilio familiar; concretamente, en una de las casas que su esposo tenía en la calle Poyuelo, actual Fermín Calbetón, de Donostia.

La calle Poyuelo era una de las arterias más importantes y amplias del recinto amurallado donostiarra. Éste se encontraba ubicado al pie del monte Urgull y su plano estaba configurado en forma de cuadrícula con alguna pequeña plaza pública. Las calles eran estrechas y abigarradas, de piso de tierra, interrumpidas por los tableros de los vendedores, artesanos y carniceros, e insalubres. Solían estar frecuentadas por personas y por cabras, puercos y aves de corral. Era habitual el vertido de aguas sucias y el lanzamiento de toda clase de inmundicias y restos de alimentos al espacio público de las calles.

A la vista está que las condiciones de vida de los habitantes de la zona urbana solían ser bastante precarias por la suciedad y la escasa higiene, las enfermedades, las epidemias y la alimentación deficiente. A ello había que añadir los devastadores incendios que se producían, como, por ejemplo, en 1489, 1512, 1524, 1630 o 1637.

Hasta 1489 la estructura interior y exterior de la mayor parte de las casas del casco urbano donostiarra era de madera y todas ellas carecían de abastecimiento de agua, la cual había que ir a buscarla a uno de los cuatro pozos existentes en el recinto. Junto a ellas había unos pocos edificios de más porte y con gruesos muros de piedra, propiedad de los principales linajes easonenses que, además, fueron los únicos que se salvaron del devastador incendio del 28 de enero de 1489. Con el fin de evitar futuros siniestros provocados por el fuego, a partir de entonces las autoridades donostiarras fomentaron la construcción de casas de piedra, aprobaron medidas que prohibían el almacenaje de sustancias y materiales inflamables dentro de la villa, obligaron a recubrir de barro y cal el suelo y las paredes de la habitación donde estaba ubicado el hogar, y pusieron en marcha nuevas normas para la edificación de las viviendas y el aprovisionamiento de agua.

Las ordenanzas municipales de muchas localidades guipuzcoanas establecían que, de ser necesario, la sidra debía emplearse para sofocar los incendios

Pese a todo, no se logró erradicar totalmente el problema de los incendios. Uno de ellos tuvo lugar el 30 de noviembre de 1637 en varias casas de la calle Poyuelo, entre ellas las de Cigarroa y Sebastián Arriola, situadas frente a la de María Echeverría. El fuego fue importante, y el agua de los pozos de la villa y la almacenada por los vecinos resultó insuficiente para sofocarlo. Hubo de buscar otros medios para evitar una catástrofe de mayor magnitud.

Al igual que se había hecho en otras ocasiones, y tal y como establecían las ordenanzas municipales de muchas localidades guipuzcoanas, entre ellas las de Donostia y Hernani, el fuego fue controlado y sofocado con la sidra que había en las casas afectadas y en las más cercanas, entre ellas con la de la cuba que la viuda de Antonio Oquendo tenía en su bodega. Los testigos declararon que se empleó mucha cantidad de sidra para vencer al fuego lo que, finalmente, se logró bien entrada la noche.

En el momento del siniestro, María Echeverría tenía guardadas en su bodega 56 cargas de sidra compradas a varios productores del entorno para su comercialización. Todas ellas fueron aprovechadas en el incendio, pero el Concejo donostiarra no le abonó cantidad alguna, tal y como estaba establecido en las ordenanzas municipales. Ante tal despropósito y por los graves perjuicios económicos que ello le ocasionaba para el mantenimiento de su familia, interpuso una demanda ante el Corregidor de Gipuzkoa para que le fuera pagado el valor de su sidra. El Corregidor, en auto de 23 de diciembre de 1637, dictó auto a su favor ordenando al Regimiento de Donostia el abono de 1.014 reales en el plazo de tres días.

El Concejo de la ciudad no quiso compensar a María por la sidra utilizada en el incendio; ella reclamó a la justicia, que por dos veces le dio la razón

Sin embargo, el Concejo no cumplió la sentencia del Corregidor puesto que únicamente satisfizo a María Echeverria 750 reales del monto total de la cantidad adeudada, quizá, pensando que con ello ésta se contentaría. Pero no fue así.

En el mes de febrero de 1638 la donostiarra presentó una nueva reclamación ante la misma instancia judicial quien, visto el fallo del mes de diciembre de 1637, dictó un nuevo auto el 4 de marzo de 1638. En él ordenaba al Gobierno Municipal de Donostia al pago de los 264 reales aún adeudados, so pena, en caso de incumplimiento, de la ejecución de los bienes de la Villa por dicha cantidad.

La determinación y valentía de esta mujer, así como el asesoramiento y una buena defensa de sus intereses por su representante legal, acallaron la prepotencia demostrada por el Concejo donostiarra. Una vez más, David venció a Goliat.

Fuentes:

Exposición “Emakume ekintzaileak sagardogintzan” organizada por Sagardoetxea Museoa

Ilustraciones: Jokin Mitxelena