Sagardoaren lurraldea

Bares, sidrerías y comercios de pueblos pequeños respiran aliviados

Descripción

La posibilidad de desplazarse a municipios colindantes a partir del lunes supone un respiro para negocios alaveses que dependen, en gran medida, de la población de ciudades como Vitoria. Este es el caso del Centro Comercial Gorbeia, que durante las dos últimas semanas funcionó con 1.700 clientes en vez de 300.000.

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Ficha

  • Autor: Judith Romero
  • Fuente: El Correo
  • Fecha: 2021-02-13
  • Clasificación: 2.0. Sidrería
  • Tipo documento: Prensa
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
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  • Código: NA-012738

Texto completo

La posibilidad de desplazarse a municipios colindantes a partir del lunes supone un respiro para negocios alaveses que dependen, en gran medida, de la población de ciudades como Vitoria. Este es el caso del Centro Comercial Gorbeia, que durante las dos últimas semanas funcionó con 1.700 clientes en vez de 300.000.

«Estamos muy contentos con la noticia, no estuvimos en una situación tan difícil ni en el confinamiento ya que el supermercado, la farmacia y la tienda de mascotas se mantuvieron abiertos», explica su gerente, José Luis Camio. El cine y los locales de ocio permanecieron cerrados y varias tiendas se vieron obligadas a entrar en ERTE. Está por ver si aún tienen margen para retomar su actividad.
Las sidrerías alavesas también están de celebración. «Empezamos la temporada el día 5 y, aunque se nota la ausencia de los comensales de Vitoria, los vecinos de Aramaio se han volcado con nosotros. El fin de semana dimos de comer a 25 personas. No es lo mismo que llenar el comedor, pero no está nada mal dadas las circunstancias», señala Juan Antonio Aretxaga, al frente de Iturrieta Sagardotegia y presidente de la Asociación de Fruticultores y Elaboradores Alaveses. Desde el lunes tendrán más potenciales clientes, algo que difícilmente ocurrirá en bares vitorianos como el Bujanda.

«Antes teníamos clientes de Mondragón cada sábado, pero hemos cerrado el año con un 60% menos de ingresos que en 2019 y, además, no es fácil hacer cumplir las medidas. La gente se toma mal que le pidas ponerse la mascarilla», confiesa su propietario Miguel Ángel Ruiz.