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Mujeres en el mundo sidrero: Maria Labayen (1/4)

Descripción

Lourdes Odriozola, Doctora en Historia En esta serie vamos a contar la historia de cuatro mujeres cuyo punto de unión es la sidra. Todas se caracterizaron por ser valientes, emprendedoras, inteligentes y algunas de ellas, incluso, muy buenas conocedoras del mundo de los negocios. Nuestra primera protagonista es María Labayen.

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Ficha

  • Autor: Lourdes Odriozola
  • Fuente: Elkano Fundazioa
  • Fecha: 2021-02-17
  • Clasificación: 2.1. Sidra
  • Tipo documento: Blogs
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
  • »
  • Código: NA-012704

Texto completo

En esta serie vamos a contar la historia de cuatro cuyo punto de unión es la sidra. Todas se caracterizaron por ser valientes, emprendedoras, inteligentes y algunas de ellas, incluso, muy buenas conocedoras del mundo de los negocios. Nuestra primera protagonista es María Labayen. Su historia tuvo lugar en una de las épocas de mayor esplendor de la sidra y de la aventura marina.

Intentar hacer una historia de las mujeres trabajadoras en los siglos XVI-XVIII es una tarea difícil porque casi todas lo hicieron desde el anonimato, la privacidad del hogar y a la sombra de sus maridos, padres o hermanos. Los documentos atestiguan que únicamente se hicieron visibles cuando arrendaron sus lagares, hubo pleitos y demandas por medio, en las dotes matrimoniales o en los testamentos.

Sin embargo, de lo que no hay duda alguna es que durante la Edad Moderna las mujeres trabajaron mucho y que era habitual verlas realizando labores duras y de escasa remuneración. Además, el trabajo femenino aumentaba a medida que descendía la escala social. Solían cobrar entre la mitad y la cuarta parte de los hombres, y tenían menos derechos que éstos. Pese a todo, en algunos municipios guipuzcoanos tuvieron un papel muy destacado en las actividades económicas, portuarias y agrícolas entre las que estaban las dedicadas a la producción y comercialización de la sidra, las bateleras del puerto de Pasaia, las estibadoras del puerto de Donostia o las jornaleras de los viñedos.

Pues bien, vamos a contar la historia de cuatro de estas guipuzcoanas que tuvieron como único nexo la sidra. Todas se caracterizaron por ser valientes, emprendedoras, inteligentes y algunas de ellas, incluso, muy buenas conocedoras del mundo de los negocios. La determinación de las cuatro ante la adversidad les hizo salir triunfadoras y les dio la posibilidad de defender unos derechos que se les querían arrebatar.

María Labayen, vecina de Lezo, era emprendedora, decidida y osada

Nuestra primera protagonista es María Labayen. Su historia tuvo lugar en la primavera de 1565, es decir, en una de las épocas de mayor esplendor de la sidra y de la aventura marina.

Poco sabemos de ella, pero no cabe duda alguna que conocía el mundo de los negocios y que era emprendedora, decidida y osada. Vecina de Lezo, estuvo casada con el Capitán Miguel de Arrieta con el que tuvo a sus hijas Isabela y Catalina. Asimismo, parece ser que era propietaria de un caserío-lagar en el que elaboraba sidra con manzanas de su propia cosecha.

Debió de ser una época difícil para esta mujer, cuando menos, en lo económico, puesto que al quedarse viuda ya no contaba con el dinero que ganaba su marido y se las tuvo que ingeniar para buscar nuevas fuentes de ingresos para sacar adelante a sus dos hijas.

Conocedora del mundo del negocio naviero por su difunto marido y sabedora de la gran demanda de sidra que había en el mercado y que ésta se podía utilizar como moneda en las sociedades navieras, pensó que era el momento adecuado para participar en la sociedad que Juanes de Illumbe quería formar para el viaje a Terranova con su nao “Saint Nicolás”. Y así lo hizo. Se necesitó reunir más de 190 ducados para el armamento y avituallamiento de la nao, de los que María Labayen participó en una 1/8 parte, es decir en unos 23,75 ducados, pero no lo hizo con dinero sino con 24 barricas de sidra de “su casa y su cosecha”. Otro de los socios, Martín de Acorda, participó en igual proporción con otras 24 barricas de sidra que, asimismo, había comprado a nuestra protagonista. ¡Nada más y nada menos que ¼ de los gastos del viaje en barricas de sidra! No cabe duda alguna que en aquél entonces la sidra valía oro y que era un artículo muy cotizado en el mercado.

A primera vista nuestra protagonista había hecho un negocio redondo en un año en el que la cosecha de manzana había sido excelente. Por un lado, porque había conseguido vender una parte de su producción de sidra y con ello dinero en metálico para tener liquidez; y por otro lado, porque era socia en un negocio naviero que le podía reportar pingües beneficios con la venta del saín que le correspondía por el contrato de afletamiento que había rubricado (los cuales oscilarían entre los 125 y 1.250 ducados). Sin embargo, las cosas no le salieron tal y como ella esperaba, y se vio en la tesitura de tener que sortear algunos problemas de importancia.

La preparación, armamento y avituallamiento de la nao “Saint Nicolás” transcurrió según los planes y plazos previstos hasta el último momento. Todo estaba listo para que la embarcación pudiera zarpar rumbo a Terranova en la segunda quincena del mes de abril de 1565, tal y como lo iban a hacer otras muchas embarcaciones de Gipuzkoa e Iparralde que estaban prontas en los muelles y amarraderos de Pasaia. Los socios eligieron Pasaia porque era uno de los puertos del Cantábrico que mejores condiciones reunía para el abrigo de los barcos contra los temporales y por los excelentes servicios portuarios con los que estaba dotado. Sin embargo, Pasaia presentaba el inconveniente de pertenecer a la jurisdicción de Donostia, Errenteria y Hondarribia. Esta circunstancia suscitó muchos pleitos entre los tres pueblos y algunos contratiempos a los armadores a la hora de embarcar la sidra en sus buques, siendo éste el caso de María Labayen.

Maria Labayen no solo fue una mujer de negocios, sino que demandó al Concejo de Donostia ante el Corregidor de Gipuzkoa por haberle decomisado 24 barricas de sidra. Y ganó el caso

La raíz de todo el problema estaba en que Donostia trataba por todos los medios que las naos de Gipuzkoa e Iparralde embarcaran única y exclusivamente la sidra de su jurisdicción atendiendo a los privilegios de carga y descarga confirmados por Enrique II en 1376 y sus ordenanzas municipales de 1489. Esta pretensión estaba en contradicción con lo dispuesto en las Ordenanzas de Gipuzkoa en las que se establecía la libre venta de la sidra producida con la cosecha de la Provincia y, en consecuencia, la libertad para poder embarcarlas en los navíos que estaban apostados en el Puerto.

La viuda lezotarra, en cumplimiento de la obligación que había contraído en el contrato de afletamiento, cargó en uno de los muelles pasaitarras las 24 barricas de sidra que se había comprometido, y justo en el momento que la nao estaba esperando para salir del Puerto, las autoridades municipales de Donostia decomisaron sus sidras. María Labayen no se amedrentó e interpuso una demanda al Concejo de Donostia ante el Corregidor de Gipuzkoa para que le fuera devuelta su sidra.

Después de hacer frente a muchos gastos judiciales (porque el primer fallo fue recurrido) y tener que esperar un año, el Juez finalmente le dio la razón. Concretamente, condenó al Concejo de Donostia a restituirle las barricas incautadas al haber quedado demostrado que los vecinos del Puerto de Pasaia estaban en posesión, uso y costumbre de cargar y vender en estos muelles todas las sidras de su cosecha, bien en naos propias como en ajenas, por vía de cargazón y armazón o en cualquier otra manera.

Esta sentencia fue un gran triunfo de María Labayen porque una persona particular fue capaz de ganar al Regimiento de Donostia. Además, pudo marcar un precedente para otros productores de sidra.

En el siguiente capítulo hablaremos de Maria Echeverria y de la sidra que sirvió para sofocar un incendio en Donostia.

Fuentes: Exposición “Emakume ekintzaileak sagardogintzan” y ODRIOZOLA OYARBIDE, Lourdes: María Labayen: la valentía de una mujer sidrera del siglo XVI / Maria Labaien: XVI. mendeko sagardogile ausarta. Zelaia Sagardotegia, 2018.

Ilustraciones: Jokin Mitxelena