Sagardoaren lurraldea

En las entrañas del buque insignia de los balleneros vascos

Descripción

Adrián MateosSEGUIR Guardar Noticias relacionadas Como si el reloj del mundo se hubiese detenido en 1565, la nao San Juan, cúspide de la artesanía naval vasca, surcará de nuevo el océano en dirección a Terranova, en Canadá.

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Ficha

  • Autor: Adriám Mateos
  • Fuente: ABC
  • Fecha: 2020-03-01
  • Clasificación: 6.5. Museos
  • Tipo documento: Prensa
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
  • »
  • Código: NA-011112

Texto completo


No es el astillero pasaitarra un lugar que se encuentre por casualidad: «Los que vienen saben por qué», explican sus responsables. Para acceder al mismo hay que atravesar el Paseo San Pedro, en la margen izquierda de la desembocadura de una ría bordeada por los montes de Ulía y Jaizquíbel. El olor a madera atraviesa los muros de la factoría, y el repiquetear de los martillos anuncia que los carpinteros se encuentran en plena faena.
Como si el reloj del mundo se hubiese detenido en 1565, la nao San Juan, cúspide de la artesanía naval vasca, surcará de nuevo el océano en dirección a Terranova, en Canadá. Es el «sueño» que desde hace cinco años persiguen los carpinteros de ribera de Albaola, la factoría marítima asentada en el municipio guipuzcoano de Pasajes, donde se construye una réplica exacta del malhadado ballenero.

No es el astillero pasaitarra un lugar que se encuentre por casualidad: «Los que vienen saben por qué», explican sus responsables. Para acceder al mismo hay que atravesar el Paseo San Pedro, en la margen izquierda de la desembocadura de una ría bordeada por los montes de Ulía y Jaizquíbel. El olor a madera atraviesa los muros de la factoría, y el repiquetear de los martillos anuncia que los carpinteros se encuentran en plena faena.
Uno de los primeros bocados que se llevan a la boca los visitantes, pues el astillero hace también las veces de museo, es la vista del proceso de construcción de las chalupas, los veloces botes que utilizaban los balleneros para aproximarse a sus presas. Se exhiben anclas, arpones, planos, recreaciones de los marineros. La atracción principal, la estructura de la nao, reposa como un gigante dormido junto el hangar de salida. Vistos desde el interior, los ligazones, que son unas tablas de madera de tres metros de largo que revisten la cubierta inferior, se asemejan de hecho a las costillas de una ballena.

Allí recibe a ABC Xabier Agote, presidente de la asociación Albaola y principal responsable del proyecto. En sus palabras, en sus gestos, se percibe la pasión con la que afronta la reconstrucción de la San Juan, nao que no duda en describir como «uno de los iconos más grandes de la historia marítima» del País Vasco. «Es una tentación muy grande, no veo el momento de navegar en ella», reconoce el donostiarra, carpintero de ribera de profesión, que busca «revelar al mundo los secretos tecnológicos» de las primeras navegaciones transoceánicas de la historia.

Odisea en Red Bay
Cuenta Agote que ya de niño, embebido por la tradición marinera de su San Sebastián natal, se sintió atraído por las embarcaciones de madera, que con el paso de los años perdieron presencia ante la irrupción de navíos más modernos: «Me dije que, algún día, sería yo mismo quien los construya», afirma. Responde a esa inquietud por la navegación tradicional su afición a la carpintería de ribera, la misma que le condujo hasta la Escuela de Construcción Naval de Maine, en Estados Unidos. Pero todos sus proyectos quedaron en segundo plano cuando, en 1985, un amigo le mostró una portada de National Geographic que hacía referencia al hallazgo de la mítica nao San Juan, sumergida en aguas de Canadá desde hace 500 años.

«Desconocía la historia tan fantástica que había detrás», reconoce Agote, que detalla las aventuras de aquella embarcación pasaitarra que navegaba hasta Terranova y Labrador en busca de ballenas. La caza de este animal, tan compleja como peligrosa, se hacía por medio de arpones desde las chalupas de madera. En palabras del presidente de Albaola, esta actividad se convirtió en la «la gran especialidad» del pueblo vasco durante cintos de años, pues hasta el siglo XVII no se extendió la caza de ballenas a escala industrial a otros puntos de Europa.

El objetivo principal de los navegantes era la grasa de la ballena, cuyo aceite no solo servía para hacer un «muy buen jabón», sino que tiene un alto valor energético. Además, alumbra mucho y no emite malos olores ni ennegrece las paredes, de forma que en aquella época era ideal para los palacios y la gente pudiente. Este preciado compuesto se almacenaba en grandes barricas que podían llegar a venderse por unos 8.500 euros la unidad.

Pero para alcanzar el tesoro era necesario arriesgar la propia vida, pues desplazarse hasta aguas de Red Bay podía convertirse en toda una «odisea», advierte el especialista donostiarra. En una de esas travesías, la nao sucumbió a la furia de una tormenta: «Se hundió en 1565, en la propia costa y a apenas diez metros de profundidad —afirma Agote—. Los vientos eran muy fuertes y se rompió lo que se conoce como el “cable”, que es la cuerda del ancla. El barco se fue a deriva y golpeó las rocas».

No existen planos de la construcción de la nao San Juan, pues los constructores navales no trabajaban con representaciones gráficas en aquella época. «Y las que hay, son incompletas —añade el carpintero donostiarra—. Enseñan el perfil del barco, y en algún caso nos proporciona simplemente información sobre la forma de la cuaderna maestra».

La réplica de la nave se está construyendo por ello a partir de fuentes científicas, como la investigación que durante tres décadas llevó a cabo el Departamento de Arqueología Subacuática del Gobierno de Canadá bajo las órdenes de Robert Grenier. También han sido fundamentales los descubrimientos de la investigadora inglesa Selma Huxley, que se sumergió en los archivos históricos de Oñate (Guipúzcoa) y Valladolid en busca de información sobre el paradero de la embarcación.

De esta forma se supo que quien la construyó fue Ramos de Arrieta, apodado «Borda»; y que los armadores eran Joanes de Portu y Miguel de Beroiz. Todos ellos nacidos en tierras vascongadas. También se descubrió que, en su última partida, la nao llevaba alimento suficiente para alimentar a 60 personas durante el mes y medio que duraba la expedición.

Reivindicación de la memoria
El objetivo de los carpinteros de Albaola es el de rehacer la nao San Juan «sin modificar las fuentes bajo ningún concepto» al objeto de reproducir «fielmente» la tecnología de la época. «Es la única manera que tenemos para entender y descubrir los enigmas de la navegación de estos galeones», apunta Agote, que recuerda que el proceso de construcción de la San Juan ha sido premiado con el patrocinio de la Unesco.

Para ello se utilizarán exclusivamente materiales obtenidos en las proximidades del territorio: desde madera de los bosques de roble de Sakana hasta hierro «de calidad excepcional» de las minas de Somorrostro.

El proyecto es, sobre todo, un ejercicio de reivindicación de la tecnología marítima vasca: «Nuestra historia tiene grandes virtudes, el día que estemos orgullosos de ese pasado y de la gente que protagonizó todas esas epopeyas, creo que será un signo muy claro de que habremos evolucionado positivamente como sociedad», asevera el líder de Agote, cuyo propósito es realizar el mismo viaje transoceánico de su predecesor y alcanzar la costa de Red Bay. «Será algo absolutamente único».

El futuro, aunque incierto, está cargado de propósitos. Uno de los más ambiciosos, anuncia el presidente de Albaola, es el de la reconstrucción de la mítica nao Victoria, la única que regresó de la expedición de Magallanes-Elcano. «Tiempo al tiempo», sentencia.