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Artículo "Don Pedro Sáenz Izquierdo"

Descripción

través de los tiempos y de generación en generación se conservó en la descendencia ilustre de D. Pedro Saenz Izquierdo, General de las armas españolas en Nueva Vizcaya, la noticia del suceso que dió origen al nobilísimo apellido de su familia, con la cual darán principio estos apuntes. Hallábase uno de los ascendientes de esta noble casa sirviendo á los Reyes de España en una de aquellas continuas guerras, en que tan asombrosamente brillaron en lo antiguo los tercios españoles, con el grado de Alférez de bandera. Llegado un dia de batalla, los valientes soldados españoles, guiados por la honrosa enseña que el jóven abanderado llevaba a su cabeza, atacan con intrepidez y rompen con indecible arrojo las filas enemigas. Envueltos en terrible y mortífera lucha, pierde el animoso Alférez, de un formidable mandoble, el brazo derecho con cuya mano sustentaba el glorioso emblema del honor. Mas sin dar tiempo ni lugar á que se abatiese, la coje con la rapidéz del rayo en su mano izquierda, y alentado por el valor indomable de su corazon enérgico, carga con mayor esfuerzo sobre el enemigo, arrastrando con su ejemplo heróico á sus bravos compañeros de armas que completan la victoria. Entusiasmados los soldados al ver el imponderable arrojo del Alférez de bandera, prorrumpen en grandes vítores al IZQUIERDO, que llegados á noticia del Rey, confirmó el honroso apellido á tanta costa conquistado.

biografía historia cultura

Ficha

  • Autor: MIGUEL M. BALLESTEROS
  • Fecha: 1883
  • Clasificación: 6.1. Historia
  • Tipo documento: Documentos de la actualidad
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
  • »
  • Código: DO-000834

Texto completo

R E V I S T A BASCONGADA. 393
1
A través de los tiempos y de generación en generación se conservó
en la descendencia ilustre de D. Pedro Saenz Izquierdo, General
de las armas españolas en Nueva Vizcaya, la noticia del suceso que
dió origen al nobilísimo apellido de su familia, con la cual darán principio
estos apuntes.
Hallábase uno de los ascendientes de esta noble casa sirviendo á
los Reyes de España en una de aquellas continuas guerras, en que tan
asombrosamente brillaron en lo antiguo los tercios españoles, con el
grado de Alférez de bandera. Llegado un dia de batalla, los valientes
soldados españoles, guiados por la honrosa enseña que el jóven abanderado
llevaba a su cabeza, atacan con intrepidez y rompen con indecible
arrojo las filas enemigas. Envueltos en terrible y mortífera lucha,
pierde el animoso Alférez, de un formidable mandoble, el brazo derecho
con cuya mano sustentaba el glorioso emblema del honor. Mas
sin dar tiempo ni lugar á que se abatiese, la coje con la rapidéz del
rayo en su mano izquierda, y alentado por el valor indomable de su
corazon enérgico, carga con mayor esfuerzo sobre el enemigo, arrastrando
con su ejemplo heróico á sus bravos compañeros de armas que
completan la victoria. Entusiasmados los soldados al ver el imponderable
arrojo del Alférez de bandera, prorrumpen en grandes vítores al
IZQUIERDO, que llegados á noticia del Rey, confirmó el honroso apellido
á tanta costa conquistado.
II
Nació el general D. Pedro Saenz Izquierdo el año de 1600 en Vitoria,
siendo bautizado en la Parroquia de San Miguel Arcángel. Sus
padres fueron D. Pedro Saenz Izquierdo é Izquierdo, Caballero del
Hábito de Santiago, Familiar del Santo Oficio, y que ocupó puestos y
cargos importantes en la Ciudad y en su provincia de Alava: y su madre
D.ª Magdalena Nafarrete pertenecía tambien á una de las familias
más ilustres de la misma población.
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Educado como todos los jóvenes nobles de aquella época, permaneció
en la casa paterna hasta el año 1623. Ya huérfano y dotado de
un carácter enérgico, generoso, valiente y lleno de amor pátrio se incorporó—
se crée que de Oficial, atendida su categoría—al tercio alavés
de cuatrocientos hombres que, al mando de D. Juan Baltasar de
Urbina, marchaba á la defensa de Fuenterrabía, en donde prestó importantes
y distinguidos servicios en las diferentes escaramuzas de la
frontera atacada por los franceses, lo mismo que en las aguas de aquella
costa, cruzadas de continuo por los buques franceses y defendidas
por los españoles; siendo de notar que en estas ocasiones lo hacía sin
sueldo y á sus espensas, y eso que en alguna hizo de Capitan del
navío que montaba.
El año de 1626 casó con D.ª Catalina Blanca Spañoqui, natural de
Fuenterrabía, hija del Comendador Tiburcio Spañoqui, Ingeniero mayor
que fué del Rey D. Felipe III, por lo cual se estableció en la
Ciudad guipuzcoana.
Cuando en 1630 sorprendió la guarnición española de Lieja á la
francesa de Treveris, matando ó haciendo prisioneros á cuantos allí
había, incluso el Arzobispo Elector, que fué conducido á Amberes, los
franceses concretaron sus ataques á los Estados que el Rey de España
tenia en Alemania, Flandes, Italia y Picardia; pero mas tarde, el 1. º de
Julio de 1638, se presentó al amanecer en las fronteras españolas el
Príncipe de Condé seguido de numeroso y lucido ejército, dirigiendo
sus tropas á poner cerco á Fuenterrabía. A pesar del mediano estado
de defensa en que estaban los desatendidos muros de la Plaza, de la
escaséz de guarnición é insignificante repuesto de víveres con que se
contaba, despreciando el número y arrogancia de los franceses, lo
mismo los soldados que los habitantes de la Ciudad, fieles y valientes,
juraron perecer entre sus ruinas, ántes que entregar cobardemente
aquella fortaleza, confiada á su cuidado y custodia por su Rey y Señor:
y así lo cumplieron.
Sitiada la Plaza por los soldados de Condé, encontramos á D. Pedro
Saenz Izquierdo investido con el honorífico cargo de Alcalde ordinario
de la Ciudad. Y ahora, en circunstancias tan críticas y azarosas
es cuando han de verse desplegadas las singulares dotes de valor,
previsión, desprendimiento y serenidad á prueba, del alavés Alcalde de
Fuenterrabía, pues tomó una parte tan activa é importante en los sucesos
todos de este sitio memorable, sin temor de echar sobre sí toda
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clase de responsabilidades, que más parece ser un Jefe militar, que
Alcalde de la población.
Viendo el esforzado Izquierdo circundada su Ciudad adoptiva de
numerosas tropas francesas, provistas de cuantos recursos y medios
podían ser necesarios para obligarla á rendirse ó destruirla en caso
contrario, y sabiendo por otra parte que las desatendidas murallas que
la rodeaban no ofrecían seguridad bastante en algunos puntos, haciéndola
accesible por las numerosas entradas y portillos del recinto, reunió
presuroso á todo el vecindario útil; y recogiendo toda la fagina
y materiales que le fué posible, improvisó, de acuerdo con la Superior
Autoridad militar, cuantas fortificaciones fueron necesarias. Y antes
que el enemigo acabase de formalizar el sitio, había ya el Alcalde
recogido de los caseríos y metido dentro de la plaza todos los bastimentos
de bacaláo, tocino, carnes vivas de todas especies, sidra, vino,
etc., que habían podido allegarse; y fué esto con tal prisa y acierto,
que pudo dar por su mano (ó de su familia) racion diaria—escepto los
ocho dias últimos—á los soldados Irlandeses y demás defensores de la
plaza en todo el tiempo que duró el sitio, hasta que fué socorrida.
Los heridos fueron asistidos con esmero especial; y gastó el celoso
Alcalde en su alimentación hasta las vacas que prestaban servicio en
la reparación, traslación de materiales y aun de las piezas de artillería
en las baterías. Mando recoger todas las cubas, pipas, tablas y bréa del
vecindario para los ingenios de fuego, y las velas de los barcos para
impedir que se mojase el bizcocho ó galleta, así como para otras necesidades
de las fortificaciones interiores.
Faltaban ya las balas de mosquete y arcabúz; pero el jóven Izquierdo
dió cuanto plomo y estaño había hasta en las cañerías de su casa;
y con este ejemplo le fué fácil sacar y reunir todo el que tenían los
vecinos, con cuyas municiones se pudo defender la plaza los veinte y
cuatro dias últimos del sitio ..... y aún sobraban algunas: con la madera
útil de las casas destruidas por los cañones y morteros enemigos,
proveyó de palanquetas y demás necesario para el servicio de las
baterías; y con lo demás surtió de combustible al vecindario que había
ya agotado las existencias.
Todos estos cuidados y desvelos no le impedían armarse y ocupar
su puesto en la muralla cuando había algun peligro. Andaba cierto dia
un Ingeniero enemigo echando medidas, para calcular la manera de
abrir trincheras por las que las tropas francesas pudiésen arrimarse más
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á la plaza sitiada; pero no contaba con la buena puntería del alavés
Alcalde, quien de un arcabuzazo le mandó á concluir la medición al
otro mundo.
Estando solo, otra noche, como observase que los franceses, protegidos
por sus tiros, arrimaban un ingenio de madera (llamado máta ó
púlpito) al cubo de la Magdalena, á tiros de arcabúz y hasta con piedras
les hizo retirar dos veces; y en la segunda, abandonaron la máta,
que con gran riesgo hizo meter dentro de las murallas.
Puesta la plaza en grande aprieto, su Gobernador D. Miguel Perez
de Xea encargó á nuestro AIcalde que mandase buscar una persona
de confianza con quien dar cuenta al Rey del riesgo en que se hallaban
de perderla, si no se la socorría en breve, y no hallando quien se
atreviese á llevar este correo, por estar tomados los pasos por el enemigo,
el mismo Alcalde se ofreció á conducir el parte, intentándolo
dos noches seguidas con gran riesgo, pues los franceses estaban muy
vigilantes y habían puesto centinelas en todos los puntos. Y aun quiso
volver la tercera noche, pero aquel mismo dia había muerto el supradicho
Gobernador Señor Xea, y su sucesor D. Domingo de Eguia le
intimó y requirió, en nombre de S. M. por medio de Diego de Butron,
para que no saliese.
Se acercaba ya el ejército español al socorro de Fuenterrabia, cuando
en la cumbre del Palacio ondeaba una bandera encarnada que el
animoso Alcalde había colocado, para que las tropas enemigas viesen
la decisión en que estaban de morir antes que rendirse, á un mismo
tiempo que con el fin de advertir á los amigos que iban llegando «que
tenian tiempo de prepararse al ataque.» Y causó tal efecto en el enemigo,
que por espacio de cuatro dias estuvo dirigiendo á la bandera
todos los tiros de sus baterías y dejando de hacer en las murallas y
casas el daño que de otro modo las hubiera ocasionado.
Admirables fueron las pruebas de valor y serenidad que desplegó
Saenz Izquierdo en las terribles explosiones de las minas enemigas,
entrando el primero á reconocer las contra-minas, acudiendo, ayudado
de sus convecinos, hombres y mujeres, á reparar los estragos causados
y para improvisar muros interiores, desde los cuales y desde la
trinchera de la muralla pudieron los españoles resistir los nuevos asaltos
á las brechas que dieron los franceses. . . . . . . Allí, en medio de los
paisanos armados y de los militares, ocupaba el primero los puntos más
peligrosos y avanzados el valiente Alcalde, causando al enemigo tan
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gran daño en la noche del 5 de Setiembre, que bien puede asegurarse
haber sido la que libertó á la Plaza del gran riesgo en que estuvo;
porque habiendo subido los soldados de Condé hasta lo más alto de
los muros, estuvo peleando, con la ayuda de los cincuenta vecinos
que tenia prevenidos, por largo tiempo y pica á pica... hasta que el
gran esfuerzo y valor desplegado por todos en esta accion comprometida,
hizo retroceder al enemigo destrozado.
No pueden referirse en este breve escrito los servicios de todas
clases que el alavés Alcalde prestó á la pátria en aquel memorable sitio;
acudiendo á todas partes, unas veces para proveér á las tropas de
raciones, armas, faginas y cuanto necesitaban; llenando las calles de
barricas de agua para apagar los incendios producidos por los tiros
enemigos, poniéndose en otras á la cabeza de los paisanos para cerrar
los portillos y brechas abiertas por la artillería enemiga, y en fin presentándose
en los mayores peligros á fin de animar á todos á la defensa,
persuadiéndoles con su ejemplo, lo cual le ocasionó varias heridas
en la cara y en el brazo. Y se comunicaba el valor del animoso Alcalde
no solo á los vecinos de Fuenterrabía, sino hasta á su Señora y familia
toda de su casa; porque mientras los demás, mujeres, niños y ancianos,
estaban guarecidos de las balas y bombas en la Iglesia y huerta de
San Felipe, la ilustre Dama y las gentes de su servicio repartían las
raciones entre los defensores de la Plaza; y hasta tal punto se exponía
á los riesgos esta imponderable familia que, estando cierto dia distribuyendo
las provisiones, cayó una bomba y mató á la ama de cría de
la Alcaldesa, librándose milagrosamente el niño que tenia en sus brazos,
así como todos los demás, en medio de los cuales estalló, quemando
únicamente los vestidos á la Señora.
En estremo oprimida la plaza por el numeroso ejército francés,
apurados casi todos los bastimentos y teniendo que valerse ya de las
municiones fabricadas con el plomo y estaño recogidos del vecindario,
era tal el ánimo que la valerosa autoridad popular había infundido en
las gentes todas, y tan grande el prestigio que con su ejemplo adquirió,
que hasta llegaron á ofrecerle la plata de las casas, si era necesaria
para fundir municiones.
No faltaban, sin embargo, algunos pusilánimes que, valiéndose de
sus mujeres, se dirigieron á la Alcaldesa exponiéndole «el peligro inminente
en que estaban todos de perecer, y la suplicaban que, apiadándose
de los inocentes, rindiesen la Plaza con las condiciones más
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ventajosas que les fuese posible.» Mas la ilustre Señora contestó: «que
no se rendiría la Plaza siendo su esposo Alcalde: pues, ántes que todo,
debía fidelidad al Rey y cumplir con los deberes sagrados que le imponía
su nobleza»... Estos eran los sentimientos que principalmente
dominaban en la familia vascongada toda..... ¡Sacrificarlo todo por
su Señor, llevar hasta el heroismo la lealtad prometida y jurada. á
quien, á su vez, guardaba y respetaba religiosamente el pacto concertado
con los valerosos hijos de estas montañas!
Y amaneció un dia en que se observaba inusitado movimiento en
el ejército sitiador: era que las tropas españolas se acercaban, y que
los franceses se declaraban en retirada. Pero quedaron unos trescientos
sosteniendo un fuego nutrido contra la brecha defendida por nuestro
héroe con los valientes de Fuenterrabía.. . . . que habían rechazado
repetidos asaltos del enemigo, causándole grandes pérdidas. Entónces
exorta el noble Izquierdo á los vecinos, y saltando la brecha, seguido
de unos ciento y cincuenta, puso en huida y alcanzó á los franceses,
matando á muchos y haciendo prisioneros á casi todos los demás.
Celoso por la salud del vecindario, salió con las gentes necesarias,
á enterrar los numerosos muertos que había en derredor de la
plaza, particularmente cerca de las brechas asaltadas inútilmente por
los franceses.
También se halló el bizarro alavés en la toma de Urruña, Ciboure
y Zocoa, con San Juan de Luz, siendo uno de los Quince Picas que
avanzaron en primera línea á socorrer la mosquetería, sosteniendo con
sumo valor el puesto que se le señaló, hasta que el enemigo se pronunció
en retirada. Y cuando los españoles se armaron en corso, tomó
el cargo de Capitan de bajél, peleó muchas veces con el enemigo,
le causó grandes daños é hizo numerosas presas.
Tan relevantes servicios no podían quedar sin recompensa; y así,
formado el expediente oportuno y mientras se concluían las diligencias
conducentes al nombramiento de Caballero del Hábito de Santiago,
el Rey se dignó nombrarle Gobernador de Zacatecas, en Méjico,
adonde partió como agradecido y fiel vasallo, abandonando su familia
é intereses en extremo mermados por los extraordinarios gastos del
sitio, en el que consumió lo más florido de su hacienda.
Diez años permaneció en aquel lejano gobierno, durante los cuales
de tal manera y con tan gran celo y valor ayudó al Gobernador de
Nueva-Vizcaya en la reducción de los innumerables Indios sublevados,
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que noticioso el Conde de Salvatierra, Virey de Nueva-España, y
prévios informes de las excelentes cualidades del antiguo Alcalde de
Fuenterrabía, Gobernador de Zacatecas, le nombró General de Nueva-
Vizcaya, Débese además advertir que, habiendo hecho á sus espensas
la costosa y aventurada facción de Nueva-Vizcaya, no quiso recibir
del Virey la justa indemnización de aquellos grandes gastos y sacrificios.
Al poco tiempo de regresar á España se encontró con la concesión
del Hábito de Santiago; pero la satisfacción que le produjera esta gracia
y el gozo de verse en su patria, se neutralizaron con la gran pena
de perder á su esposa D.ª Catalina Blanca Spañoqui que murió en
1669, habiendo testado en Febrero del mismo año ante Miguel Abadía,
Numeral de Fuenterrabia, y fundado en este testamento una Capellanía
por sufragio de su alma, en la Parroquia de San Miguel, de
Vitoria.
Pasado algun tiempo contrajo el General segundas nupcias con
D.ª Maria Antonia de Alava y Arista, hija de D. Diego, Señor de
Zurbano. Con esta boda añadió á sus antiguos y bien conquistados
blasones el título de Señor de Larrainzar, y fijó su residencia en su
querida Ciudad natal.
Desprendido, caballeresco y generoso por carácter, facilitó al Rey
D. Carlos II 12.000 escudos de plata dobles, para reparar los muros de
la Ciudad de Barcelona. Tambien adelantó á un miserable rédito, á
los Monjes Jerónimos de la Estrella (Rioja) 20.000 de la misma moneda,
para la adquisición de los grades terrenos de labor adheridos al
suntuoso Monasterio que los monjes hipotecaron como garantía de la
cantidad anticipada, y que después convirtieron en magnífico cercado
de viñas y olivares.
Siempre se distinguió el valiente defensor de Fuenterrabia por sus
sentimientos religiosos; pero cuando ya retirado en Vitoria hacía una
vida exclusivamente de familia, su piadoso fervor se aumentó, manifestandose
en las diferentes dádivas y regalos que hizo á la iglesia en
que se habia bautizado y que había de ser tambien el depósito de sus
restos mortales.
Construyó á sus espensas el espacioso átrio de la Parróquia de San
Miguel, y le adornó con la notable efigie del Santo Arcángel colocada
sobre el mismo; y tal debió ser su generoso desprendimiento en favor
de esta iglesia que, reunido su Cabildo el 21 de Agosto de 1672
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con el fin de dar al General D. Pedro Saenz Izquierdo una prueba
de gratitud por los donativos y liberalidades recibidas del mismo,
acordó hacer donación en favor de tan ilustre Señor..... del Altar y
Capilla llamada de San Bernardo, y de una sepultura contigua á la
misma.» El General aumentó después esta propiedad, comprando
otras tres sepulturas inmediatas . . . . hasta el púlpito.
Y llegamos al año de 1673 en que este esclarecido Vitoriano concluyó
la que, sin exagerar, podemos decir gloriosa carrera de su vida
totalmente empleada en el servicio de su Dios, de su Pátria y de su
Rey, después de haber ratificado más y más en su testamento los sentimientos
de piedad en que abundaba; porque, usando de la galantería
de aquellos tiempos, antepuso el apellido de su Señora al suyo en el
testamento otorgado por testimonio de Pedro Ortiz de Cadalso y Murga;
y con el nombre de Pedro Alava y Arista y Saenz de Izquierdo, á
una con el vínculo que funda bajo las mismas bases que el de su Señora,
constituyente además otra Capellania análoga tambien á la fundada
por su esposa. Y después de ordenar «que se trasladen sus huesos á la
Capilla de San Bernardo, luego que ésta estuviere en perfección y colocada
en su Altar la imágen de Nuestra Señora de Guadalupe, que
había traido de Méjico y tenía en su poder con ese fin, entregó su alma
á Dios.»
Aún se ostenta en el punto más culminante de esta Capilla el escudo
de armas de la ilustre familia de los Saenz de Izquierdo, adicionado
de la Cruz de Santiago puesta detrás del mismo. Hallábase sitiada
esta Capilla en el lado de la epístola del Altar mayor, arrimada
á la columna que sostiene por aquel lado la bóveda de la iglesia, y
junto á la escalinata que da acceso al Presbiterio.
Mas en el año de 1844, por razón de ornato y conveniencia, hubo
un convenio entre el Cabildo y sucesor de la casa de los Saenz Izquierdo,
y se trasladó esta propiedad á la capilla del lado opuesto; y es la
que ha servido de comulgatorio hasta que éste ha sido llevado á la
preciosa Capilla nueva, erigida recientemente á la Purísima é Inmaculada
Concepcion de Maria.
Establecida la ilustre familia de los Saenz izquierdo en San Sebastian
desde hace muchos años solo ha podido conservar un magnífico
tapiz, resto glorioso de los doce iguales en un todo que iban pasando
de unas á otras generaciones, hasta el incendio y destrucción de esta
Ciudad por los Ingleses, en 1813, en que desaparecieron los demás
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En este tapíz, á pesar de las injurias del tiempo, está consignada la
grandeza aristocrática de que su representación estaba revestida; y
sirve además para demostrar la riqueza y esplendor en que se halló
esta ilustre casa en los siglos anteriores. Es el tapiz de terciopelo azul
turquí, bordado todo en oro y plata. En su centro aparece un escudo
de armas dividido en dos cuarteles: el de la derecha es el de los Saenz
Izquierdo y contiene: —En campo de gules una banda de plata, que
nace de la boca de un dragon, del color propio de estos animales,
que atravesando el cuartel, remata en la boca de otro dragon: en los
clavos, dos estrellas de oro de ocho puntas cada una.=El cuartel de
la izquierda tiene: —En campo de oro cuatro barras horizontales de
azur, tan anchas como los claros que dejan entre sí. No se sabe á
quién pertenece este cuartel de la izquierda, aunque se supone ser de
la Señora de Larrainzar, ó sea la segunda esposa del Sr. Saenz Izquierdo
D.ª Maria Antonia Alava y Arista. El escudo está coronado
de un casco ó morrion antiguo profusamente adornado de plumas de
diversos colores, con la abertura y celada hacia la derecha.
Segun las noticias y apuntes de la familia, los doce tapices, de que
se hace mérito y de los cuales solo ha quedado el anteriormente descrito,
costaron doce mil duros.
Fué sucesor del General su hijo D. Pedro Saenz Izquierdo y Spañoqui,
Capitan de Infantería Española á los 23 años: después fué investido
por S. M. con el importante cargo de Veedor y Contador de
la gente de guerra, presidios (guarniciones) y puntos fortificados de
Guipúzcoa.
Y á través de los años en que nunca ha faltado la línea recta de
varon, es actualmente sucesor directo del apellido, capellanias, etc.
de esta ilustre familia, el Coronel D. Ignacio Saenz Izquierdo, persona
muy conocida y simpática á los vitorianos, entre los cuales ha vivido
algun tiempo.
Éste, así como sus hermanos, el Coronel D. Manuel, y D. Juan
Saenz Izquierdo, Coronel1 de Ingenieros, continúan en el ejército español
la senda marcial y honrosa carrera militar que les trazó el animoso
Oficial del tercio alavés, esforzado Alcalde de Fuenterrabía, Gobernador
generoso de Zacatecas y valiente General de Nueva-Vizcaya.
San Sebastian, Setiembre de 1881.
MIGUEL M. BALLESTEROS.
(1) Nótese que subrayo «Coronel», porque pocas familias tendrán a la vez
tres hermanos Coroneles.