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Artículo "La pesca de las ballenas"

Descripción

De ¡a Historia general del Señorío de Bizcaya, escrita por el pies bítero doctor don Estanislao Jaime de Labayru, y de su capítulo relativo á los cetáceos balénidos, extractamos algunas noticias referentes á la pesca de las ballenas, pesca que fué iniciada por los bascos, según todos los testimonios que por dicho historiador, y muy respetable amigo nuestro, han sido compendiados en el mencionado capitulo de su importante obra.

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Ficha

  • Fecha: 1902
  • Clasificación: 6.1. Historia
  • Tipo documento: Documentos de la actualidad
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
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  • Código: DO-000814

Texto completo

208 EUSKAL-ERRIA
LA PESCA DE LAS BALLENAS
De ¡a Historia general del Señorío de Bizcaya, escrita por el pies
bítero doctor don Estanislao Jaime de Labayru, y de su capítulo relativo
á los cetáceos balénidos, extractamos algunas noticias referentes á
la pesca de las ballenas, pesca que fué iniciada por los bascos, según
todos los testimonios que por dicho historiador, y muy respetable
amigo nuestro, han sido compendiados en el mencionado capitulo de
su importante obra.
La pesca de las ballenas fué primo dial y exclusivamente bascona
en el Norte de España y Norte de Europa.
En épocas remotas hacían periódicamente su aparición esos grandes
cetáceos en el golfo de Bizcaya.
Rondelet, en su rara obra De piscibus marinis, impresa en Lyon
(Francia) en 1554, trató con extensión del modo con que los bascos
se apoderaban de los balénidos, escribiendo honrosas páginas para la
raza euskara y afirmando que en el golfo de Bizcaya ó de Gascuña
daban caza los barcos á los grandes cachalotes, á juzgar por los huesos
de éstos encontrados en Bermeo, Lequeitio, Ondárroa, Zarauz, Castro
Urdiales, etc., al abrirse los cimientos para la construcción de las casas.
Van Beneden, ilustre biólogo belga, escribe que los bascongados
desde el siglo X al XVI, tuvieron el monopolio de la importante industria
ballenera.
A los bascos españoles se les unieron los bascos franceses, y hasta
que Inglaterra se consideró con aspiraciones á potencia marítima de
primer orden, é intentó ser la explotadora única de la ballena en el
Norte, y desterró de Terranova á los franceses,—dejando por algún
tiempo á los bascos en el inconcuso derecho que tenían para esta industria—
la pesca de la ballena fué explotación casi única de los marinos
de Cantabria y la Euskal-erria.
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Los bascongados son los que descubrieron á Terranova, persiguiendo
á los balénidos que frecuentaban el banco de dicha isla, como fueron
los primeros que se dedicaron á la pesca del bacalao y su salazón;
los primeros que abordaron al Labrador, al golfo de San Lorenzo; los
que dieron el nombre de Cabo Bretón á la gran isla del litoral de Nueva
Escocia, nombre del antiguo puerto del Adour; los que dejaron el
nombre de Bahía de Bizcaya en la isla de Terranova; y los nombres
primitivos de de dicha Atlántida Buruchumea, Buru Andía, San
Lorenzo Chumea, San Lorenzo Andia, Michele Portu, Oroz Portu
y Portuchua evidencian la permanencia y posesión de los bascos
en ella.
El doctor Brehm, escribe: «Atríbuyese á los bascongados el honor
de haber sido el primer pueblo que en los siglos XIV y XV armaba
buques propios para la ballena. Al principio limitábanse á buscar las
teroballenas en el golfo de Bizcaya; pero ya en 1372, poco después de
la invención de la brújula, dirigiéronse hácia el Norte, donde hallaron
los verdaderos territorios cetaceos. Consta que á pesar de todos los peligros
que ofrecían aquellos mares desconocidos y el terrible clima,
penetraron hasta la desembocadura de San Lorenzo y la costa del Labrador.
Esta actitud arriesgada de los bascos estimuló á los ingleses
que les siguieron en la industria de esta pesca, y luego los holandeses
en los mares de Groenlandia. Dícese que los pescadores emigrados de
Bizcaya enseñaron á los dos pueblos septentrionales el arte de pescar
la ballena».
El buque ballenero lleva al mar del Norte un personal convenieny
apto para el riesgo de la pesca. Aprovisionábase de cecina, galleta y
sidra, y de cueros y hierro labrado para venderlos en los puertos en
que recalaba.
Sobre cubierta, y junto á los palos veleros, colocaban á manera de
torre ó castillo los toneles vacíos para llenarlos de la grasa ó aceite de
la ballena. Acompañaba á cada buque una lancha semejante á la trainera
actual, montada por quince hombres y el arponero; esta embarcación,
de gran juego en la pesca, era fuerte y ligera, y en las faenas
balleneras la seguían algunas chalupas dedicadas á rematar con lanzas
á los cetáceos heridos.
El arponero no llevaba otra misión que clavar su instrumento á la
ballena. El arpón ó chavolín, constaba de dos partes: una de hierro,
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que es el verdadero instrumento de caza, y la otra de madera, que
constituye el mango, teniendo todo unos tres piés de largo.
Avistada la ballena, los destinados á dar caza se acercaban lo
posible al mónstruo, y el arponero, en pié, arrojaba el hierro agarrochado
sobre la cabeza del balénido que, al sentirse herido, huía, zambullándose
y arrastrando la cuerda atada al arpón. Un marinero diestro,
que hacía de timonel, ayudaba á la lancha arrastrada, según observaba
de qué banda y dirección era el remolque, mientras el arponero
y otros cuidaban de mojar la cuerda para que el roce no encendiese
el borde de a embarcación y no hubiera enredamiento en el rollo,
lo cual podía ser funesto para todos.
Al salir la ballena á respirar, el arponero procuraba herirla de nuevo,
con el fin de desangrarla; los otros pescadores de las chalupas auxiliares,
la herían con lanzas. Esta sección de la pesca era, y es, la más
peligrosa, porque una sacudida del cetáceo puede destrozar las chalupas
y sumergir á sus tripulantes. Muerta la ballena, quedaba á flote y
entonces la subían al buque ó la remolcaban.
Los bascos tenían la costumbre, cuando estaban lejos de tierra; de
colocar la ballena en la cubierta, y en ella la descuartizaban y procedían
á derretir los trozos. Eran los únicos que se atrevían á derretir el
gordo de las ballenas en sus navíos, con ayuda de un hornillo de ladrillo
construido para este fin, el cual calentaban primeramente con leña
y luego con los residuos del mismo lardo que había dado la mayor
parte de su aceite y que hacía un fuego muy activo. Este método era
ventajoso, pero muy perjudicial á causa de los incendios que se ocasionaban
en los navíos.