Sagardoaren lurraldea

"Cuadros euskaros: La sidra"

Descripción

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Ficha

  • Autor: Bonifacio Echegaray
  • Fuente: Revista Euskal-Erria
  • Fecha: 1897-04-01
  • Clasificación: 6.1. Historia
  • Tipo documento: Revistas
  • Fondo: Sagardoetxea fondoa
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  • Código: NA-002947

Texto completo

¡La sidra! ¡Cuánto expresa esta palabra para los que andan de acá para allá á caza de buena kupela donde puedan refrescar el gaznate! De seguro que si á alguno de los zizarristas le diese por la manía de la oratoria, diría que la sidra es el dorado néctar que en aúreo vaso beben los dioses en el Olimpo, etc., etc. Para el buen aficionado á la sagardúa, este líquido es comparable con los mejores vinos, y no faltará quien afirme en serio que es superior á muchos de ellos. Cuéntase que un bilbaino neto, de esos chacolineros que son lo que nuestros zizarristas, hallábase en cierta ocasión dando cuenta de buenos tragos de chacolí. Entusiasmóse el buen hombre y prorrumpió en alabanzas al líquido que en aquellos momentos causaba su dicha, entonándole un himno que picaba ya en épico, á manera de los que nos disparan ciertos prolíficos pseudo-poetas. Descendió al terreno de las comparaciones, y efectivamente comparaba al chacolí con el Oporto, Madera, etc. Al fin no acertaba ya qué decir más en elogio de tal bebida, y dijo: —Si este chacolí viño paese, pues. Después que lo había comparado con los mejores vinos, terminaba por equipararlo con el modesto peleón. Esto ocurre también á nuestros zizarristas (sagardúos, como nos llaman por estas tierras); entusiásmanse con la sidra, la elevan á la categoría de dios de las bedidas, y terminan.... por dar honrosa cuenta de un buen vaso de no menos buen vino..... A la vista de espíritu observador nada puede presentarse tan animado como una sidrería de las que pululan por Donostia y sus alrededores, y sobre todo por Hernani, la Meca del zizarrismo, á la que acuden los fieles en peregrinación, no una vez en la vida, como los sectarios del Islam, sino todas las semanas, y si pueden todos los días. Sobre todo los en que repican gordo, desfila por las calles de Hernani la flor y nata del zizarrismo donostiarra. Sorprendamos el cuadro que presenta una sidrería, que es lo principal. Un Teniers podría encontrar asuntos para sus lienzos en los bodegones de Hernani, donde no faltan los animados tipos dibujados por el artista flamenco, ni tampoco los que se hallan con la vista fija en la pared, y en actitud bien conocida, indispensables en todas las obras del genial pintor. Pero no seria tan fácil que Velazquez pudiese tomar personajes pars su cuadro de Los Borrachos, porque estos abundan muy poco por fortuna en las sidrerías; y dicho sea esto en honra y alabanza de los zizarristas; lo que sí se hallan algunos es en el estado natural de alegría en que se encuentra uno después de haber echado al coleto unos cuantos tragos del dorado néctar. Largas filas de hombres que esperan les llegue el turno para dar cuenta del contenido del vaso, grupos que se forman al rededor de suculenta nierienda, y en el fondo, la cuba, el depósito del apetecido líquido, y destacando sobre todos la figura del cobrador que escudándose en el lema de eran eta paga, se encarga de recibir las cantidades que los consumidores van depositando en sus manos á cambio del vaso de sidra. Este es el cuadro que nos presenta una sidrería en su interior. En el exterior hay también animación, bullicio. Quienes juegan á la toca, quienes hablan de diversos asuntos, quienes dan cuenta de la merienda, quienes, por fin, se dedican á improvisar versos en alabanza de la bebida que en aquellos momentos causa su delicia. Es natural que esto sea así. La literatura bascongada ha cantado y ensalzado el vino en aquellas estrofas del jesuita P. Meagher. Gizon bat ardo gabe Dago erdi illa, etc. Y la sidra no podía ser de peor condición. No le debían faltar cantores que entonasen en su honor un himno, bien en estrofas cultas y castizas, como las de Ramón, Artola, bien en versos de tonos épicos, (como los del bilbaino de marras), y aiñda mais ankamotzes, como los de los que se sienten bersolaris, inspirados por esteril musa, ó por los vapores de la sidra. El regreso de esta zizarrística excursión, hácese en medio del mayor jaleo. El ruido de los coches, el silbido de los trenes y los cantos de los hombres turban el sueño á las límpidas, mansas y silenciosas aguas del Urumea, como diría algún poeta de la clase de melenudos. En resúmen, que todo esto se desarrolla con gran aparato de ruidos, cantos, gritos y animación. Aspecto distinto nos ofrecen las sidrerías situadas en el interior de los pueblos y sobre todo de los marítimos. Se congregan los rudos pescadores, que á la luz de débil lamparilla de aceite, hablan de sus faenas, penalidades y luchas con el líquido elemento.... En este escenario la acción se desliza en medio del mayor silencio y calma. Pero se respira un olor á pescado y á tabaco fuerte que tira de espaldas al menos delicado. En el pueblo donde vi la luz de la vida, observábase con escrupulosidad una costumbre, que no sé si existiría en los demás de la costa cantábrica, y que ha desaparecido por completo en pocos años. Si había ancianos dentro de la sidrería, no podían los jóvenes penetrar en ella. Quedábanse á la puerta, y uno de ellos entraba en el antro con la cabeza descubierta, en señal de respeto á la senectud que allí se hallaba congregada; tomaba el jóven la sidra que él y sus compañeros iban á consumir, y salíase por el foro tal como entró. Observábase esta costumbre en los tiempos de mi infancia, es decir, aún hace muy pocos años, pues yo no soy un Matusalem ni mucho menos. Hoy ha desaparecido por completo. ¿Y á qué seguir escribiendo más? Si yo pudiera, lo que haría ahora es dirigirme á una sidrería y ver de cerca el cuadro que en malos trazos he pintado. Y haría algo más; confundirme con los tipos que describo y dar cuenta de alguno que otro vaso de rica sagardúa. Pero no puede pensarse en tales cosas en estas llanuras castellanas. Queda eso para los que tienen la dicha de respirar el aire puro de las montañas bascongadas. BONIFACIO DE ECHEGARAY. Escorial y Abril de 1897