El comercio marítimo
Hace muchos siglos, los que nos precedieron se aventuraron a adentrarse en el mar en busca del sustento que la tierra era incapaz de darles. Sin duda alguna, la más mítica y sorprendente de todas las actividades relacionadas con el mar ha sido, y sigue siendo, la caza de las ballenas.
La caza de la ballena era una práctica ya habitual en la Edad Media. Los marineros guipuzcoanos cazaban estas enormes moles de carne y hueso cuando llegaban al Golfo de Bizkaia en su peregrinaje desde las frías aguas del Norte.
Para capturar estos enormes cetáceos siempre seguían el mismo ritual. Durante la época de su costera, que era de octubre a marzo, un atalayero se ponía en uno de los promontorios cercanos a los puertos para su avistamiento. Cuando éste percibía el vapor del resoplido del animal, avisaba a los marineros que estaban en tierra mediante una señal, que podía ser un ruido y/o fogatas. Entonces, las chalupas iniciaban una frenética carrera para acercarse al animal. Una vez elegido el mejor puesto, los arponeros comenzaban a lanzar sus arpones reiteradamente para acelerar su muerte y evitar en lo posible sus furiosos coletazos durante su agonía. Una vez muerto el cetáceo, era remolcado hasta la playa donde era troceado y su grasa era derretida en grandes calderas hasta convertirlas en “saín” (aceite de lámparas).
Tan arriesgada empresa merecía la pena porque, además de obtener mucha carne para su alimentación, era un negocio muy lucrativo para todos los participantes. Esta operación se realizaba una y otra vez todos los años, por lo que con el paso del tiempo la disponibilidad de presas en las costas vascas fue disminuyendo al tiempo que la competencia entre los pescadores de las diferentes localidades costeras iba en aumento ante tan escaso y preciado botín.
Así las cosas, en 1497 fue descubierto Terranova en donde había riquísimos bancos de bacalao y varaban muchas ballenas. Aunque nos parezca mentira, por aquél entonces las noticias de esta índole se difundían con mucha rapidez. Eran los propios pescadores y comerciantes quienes las transmitían mientras recorrían los puertos del litoral para vender su carga. Además, en muchas ocasiones sus testimonios iban acompañados de leyendas que eran el asombro de sus coetáneos.
Los guipuzcoanos organizaron sus primeros viajes hacia estas lejanas latitudes a cazar ballenas en 1525.
Aquarium Donostia-San Sebastián.